Los ciudadanos de Roma no suelen pestañear ante la presencia de las peregrinaciones incesantes que llegan a la Ciudad Eterna. En esta ocasión expresaban su perplejidad: nunca habían visto a tantos sacerdotes católicos juntos. Les explicamos que el motivo de nuestra presencia era asistir a la Clausura del Año Sacerdotal. Durante este tiempo, los sacerdotes hemos comprendido, de nuevo, la grandeza del ministerio sacerdotal y hemos pedido por la santidad de los presbíteros y las vocaciones sacerdotales
Pero había otra razón poderosa para ir a Roma. El cardenal Hummes, Prefecto de la Congregación para el Clero lo explicaba –hace dos meses- en una carta dirigida a los sacerdotes católicos: "En torno a la presencia numerosa de presbíteros en la conclusión del Año Sacerdotal, en Roma, existe todavía un motivo particular, que hoy se coloca en el corazón de la Iglesia. Se trata de ofrecer a nuestro amadísimo Papa Benedicto XVI nuestra solidaridad y nuestro apoyo, nuestra confianza y nuestra comunión incondicionada ante los frecuentes ataques, que se dirigen contra su Persona en el momento actual en el ámbito de las decisiones acerca de los clérigos, que han incurrido en delitos sexuales contra menores.
Las acusaciones contra el Papa son evidentemente injustas, y se ha demostrado que nadie ha hecho tanto como Benedicto XVI para condenar y combatir correctamente tales crímenes. Por eso, la presencia masiva de presbíteros en la plaza con el Papa será un fuerte señal de nuestro decidido rechazo a los injustos ataques de los que es víctima. Así pues, venid también para apoyar públicamente al Santo Padre”.
La alegría era llamativa en los participantes. Se expresaba en una fraternidad sacerdotal vivida en todos los rincones de Roma y en la participación en los encuentros programados en las grandes basílicas romanas. Las conferencias fueron seguidas con interés y el testimonio de piedad en los actos eucarísticos fue sorprendente. Al Papa le emocionó visiblemente la piedad y recogimiento de los asistentes en la Vigilia del jueves y en la Eucaristía de la Clausura el viernes.
Cuando al final, el grupo de sacerdotes valencianos hacíamos balance de estas jornadas, coincidimos en que habíamos asistido a una manifestación clamorosa de unidad del clero católico con el Papa y de fraternidad sacerdotal. Y repasamos algunos momentos: la fase de la vigilia que se convirtió en una tertulia con el Papa: unos sacerdotes le hacían preguntas concretas y el Santo Padre respondía cariñosamente con lo que espontáneamente le brotaba del corazón; el momento de renovar las promesas sacerdotales y la Consagración de los presbíteros al Corazón Inmaculado de María al unísono con el Papa. En la homilía de la Misa en la plaza de San Pedro la sintonía se expresó en frecuentes aplausos, en especial, cuando nos pidió unirnos a su petición de perdón por los pecados de los sacerdotes.
Además de culminar el Año Sacerdotal, percibimos que el magno encuentro romano había sido la mejor respuesta a los ataques a la Iglesia, al Papa y a los sacerdotes que hemos contemplado en estos meses.
Las palabras de despedida de Benedicto XVI fueron elocuentes y resumen el sentido de estos días romanos: Os saludo cordialmente y pido a Dios que esta celebración se convierta en un vigoroso impulso para seguir viviendo con gozo, humildad y esperanza vuestro sacerdocio, siendo mensajeros audaces del Evangelio, ministros fieles de los Sacramentos y testigos elocuentes de la caridad. Con los sentimientos de Cristo, Buen Pastor, os invito a continuar aspirando cada día a la santidad, sabiendo que no hay mayor felicidad en este mundo que gastar la vida por la gloria de Dios y el bien de las almas.
Podéis leer la crónica del viaje: AQUÍ
Juan Ramón Domínguez
Capellán de Xabec
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