sábado, 30 de enero de 2010

LA FELICIDAD DE ANDAR POR CASA

Posiblemente, lo que une a personas de toda condición sea su deseo de felicidad. Es verdad que cada persona, cada matrimonio y cada familia deben tener un estilo propio; no existen recetas para ser feliz. Lo que sí puede ser útil es tener criterios generales sobre los que construir un proyecto concreto de vida feliz. No es necesario complicarse demasiado, la felicidad de andar por casa está al alcance de todos.

VOLVER AL ORIGEN

La letra de una canción muy de moda dice que volver al origen no es retroceder, quizá sea andar hacia el saber. Se trata de una canción de clara reivindicación ecologista que encaja perfectamente con el espíritu de este artículo. El origen de cada vida humana es fruto de la unión de un hombre y una mujer. Cuando esa unión física se enriquece con la unión afectiva y amorosa, con el compromiso y la estabilidad, lo natural es que el hombre y la mujer sean los mejores y más naturales educadores del hijo.

En la familia aprendemos a darnos a los demás, la que nos proporciona la seguridad física, psicológica y afectiva que necesitamos para crecer felices y equilibrados. El aprecio que por la institución familiar manifiestan en encuestas personas de todo el mundo, se ve respaldado por numerosos estudios que confirman que la familia desempeña una labor social, educativa y preventiva insustituible. La unión estable y comprometida de un hombre y una mujer se convierte así en un bien social y no en una mera opción personal de vida.

Como botón de muestra, así lo constata lo que me contaba un amigo con el que comparto tiempo y dedicación en una organización internacional de la familia. En una entrevista con una importante responsable política progresista, ésta le preguntó: ¿qué tipo de familia defendéis vosotros? A lo que él respondió: la que funciona. Su interlocutora simplemente afirmó con la cabeza.

Un reciente estudio de la Universidad de Harvard revela que las relaciones estables son un factor fundamental en la felicidad de las personas. La felicidad de andar por casa no es fruto de la casualidad, de los hados o simplemente de tener buen carácter. La felicidad en el matrimonio, la familia y la vida en general tiene mucho que ver con el empeño en la mejora personal y en la entrega a los demás; en el compromiso personal.

¿POR QUÉ HAY MATRIMONIOS FELICES?

Un padre de familia numerosa, en el viaje de vuelta de unas cortas vacaciones, mientras conducía, le dijo a su mujer: no hemos hecho nada de lo que habíamos planeado: respetar un horario de estudio para los niños, ordenar el garaje, montar en bici.... Su mujer le miró y sonriendo le dijo: tienes razón, pero nos hemos reído mucho juntos y los niños han convivido estos días como no lo hacen durante el resto del año, ante esto sólo pudo contestar: es verdad. Luego pensó que tenía mucha suerte al contar con la sabiduría y el sentido común de su mujer.

Efectivamente, claro que es importante un cierto orden en la vida de familia, un horario, unas normas que han de respetarse… Sin embargo, esto no nos debe hacer olvidar que se trata únicamente de medios y que lo realmente importante son las personas.

Es cierto que hay algunos matrimonios que fracasan, pero no es menos cierto que muchos superan día a día con éxito los cansancios y las posibles dificultades propias de la convivencia de años. De diversos estudios y, sobre todo, de la experiencia y opinión de expertos matrimoniales, se pueden deducir factores y actitudes de éxito.

Los factores de éxito matrimonial que más se repiten en las encuestas y estudios, se basan en la mutua fidelidad al proyecto común, en una idea del amor compartida que va más allá de los sentimientos, en el aprecio y respeto mutuo, en la comprensión y tolerancia del otro con sus defectos, en una vida sexual feliz que englobe todas las dimensiones humanas y no sólo la física. Y, por último y no menos importante, en la aceptación de los hijos como consecuencia del amor y la entrega mutua.

"RESETEAR” EL MATRIMONIO

Me acordé de esos factores cuando hace unos días asistí a una boda y me fijé en esa frase que se dicen los novios: prometo serte fiel. La afirmación que hombre y mujer se hacen al contraer matrimonio no es prometo sentir siempre lo que siento ahora. Prometer fidelidad es sinónimo de esperanza, de libertad, de mutua entrega incondicional del futuro y de una firme intención de construir juntos la historia.
Lo que se siente es pasajero y cambia; en todo caso, si prometiéramos sentir siempre lo mismo, se trataría de una promesa imposible de cumplir. Incluso me atrevería decir que sería inhumana. ¿Cómo obligar a alguien a sentir lo que, quizá, en el futuro no sienta?

Sin embargo, ser fiel es algo muy humano, muy natural y... muy posible. Depende en gran medida de creerse capaz de cumplir y de pensar que, como afirmaba Chesterton, lo auténticamente romántico no es el enamoramiento y sus lunas de miel, sino la fidelidad a ese amor, aun por encima y más allá de emociones y sentimientos.

Como los ordenadores, a veces en el matrimonio nos quedamos colgados o congelados, sin aparentes posibilidades de seguir adelante. En estos casos puede ser bueno plantearse la necesidad de un “reset” o un formateo para salir de una situación de inestabilidad. “Resetear” o formatear el disco duro, aún siendo soluciones distintas, tienen en común la vuelta a una situación anterior estable.

Cuando se presente la inestabilidad, cuando se sufra un "cuelgue" y no se sepa qué hacer, puede servir hacer un “reset” a la relación, vencer egoísmos, aburrimientos y monotonías y volver al principio; estabilizarse y lanzarse nuevamente a la aventura diaria del matrimonio.

TÚ ME IMPORTAS MUCHO


Quizás uno de los más hondos sentimientos que puede tener una persona es su sentido de pertenencia a una familia, el no sentirse un verso suelto. Me llamó poderosamente la atención el final de una novela sobre vinos y bodegas. Mientras el protagonista pisa la uva con el pequeño Francesc sobre sus hombros tuvo una visión repentina y mareante de todos sus antepasados en un castillo humano en el que cada generación lo alzaba a él más arriba sobre sus hombros hasta un punto en el que ya no le alcanzaba el sonido de las grallas y de los tambores. Un castillo de mil pisos.

No me cabe duda que uno de los pensamientos más sanadores del corazón humano es el reconocimiento y agradecimiento por lo recibido, junto al deseo de pasar el testigo a otras generaciones. Sólo de esta manera la humanidad seguirá avanzando segura sobre lo hecho por otros.

Los hijos necesitan sentirse seguros física, psicológica y afectivamente. El fundamento de una personalidad equilibrada es sentirse queridos, y sobre esa base es posible la mejora personal. Obviamente, no basta con muestras afectivas o buenas palabras; las personas necesitamos gestos concretos que demuestren que somos importantes para el otro.

¿No es al fin y al cabo lo mismo decir te quiero que tú me importas mucho? Hay situaciones cotidianas que nos pueden servir para demostrar a un hijo lo que nos importa: visitar su colegio y mantener entrevistas periódicas con su profesor, escucharle con interés, estar al día de las cosas que le gustan (libros, revistas, películas, aficiones), conocer a sus amigos, etc. En fin, que el amor, como el movimiento, se demuestra andando.

Una de las mayores preocupaciones de los padres es el futuro de los hijos: ¿qué les deparará la vida? Ponemos toda la carne en el asador para darles una buena formación intelectual, de manera que estén capacitados para encontrar trabajo en el futuro. Sin restar importancia a esto, en ocasiones perdemos de vista otras facetas de la vida que, sin duda, les afectarán. Alegrías y penas, satisfacciones y sufrimientos, nacimientos y muertes serán, sin duda, parte de sus vidas. ¿Les damos herramientas para afrontar esos momentos que llegarán?

No siempre se pueden evitar la enfermedad y el sufrimiento, y cuando esto ocurre la salida más humana es buscarle sentido. De poco sirven entonces las carreras universitarias, el éxito social o el dinero. Por ello, los padres no debemos dejar de lado la formación y orientación espiritual de los hijos. No tiene sentido la imposición de ideas y formas de vida, pero sí la transmisión de unas creencias y principios que les harán mucho bien si libremente los aceptan y hace suyos.

LA IGLESIA CATÓLICA Y LA FELICIDAD DE ANDAR POR CASA


Apenas habrá en Estados Unidos un centenar de personas que odien a la Iglesia Católica; pero hay millones que odian lo que erróneamente suponen que es y dice, afirmaba Fulton Sheen. Los autores de Roma, dulce hogar afirman en la presentación de su libro: Nosotros dos creíamos que estábamos en el primer grupo, sólo para descubrir que, en realidad, nos hallábamos en el segundo. Pero una vez vimos la diferencia, y supimos dónde estábamos de verdad, se hizo evidente que no pertenecíamos a ninguno de los dos. Para entonces estábamos ya avanzados en el camino hacia nuestro hogar. Este libro describe este camino. Es una narración de cómo descubrimos que la Iglesia Católica es la familia de la alianza de Dios.

Como afirmaba Sheen, algunos odian a la Iglesia, pero una amplia mayoría odia realmente la imagen que tienen de ella. A pesar de las limitaciones de sus miembros, la Iglesia es el hogar de los hijos de Dios y es posible experimentar en ella la felicidad de andar por casa. Tanto para disfrutar del matrimonio como para educar a los hijos, constituye un factor importante tener una visión trascendente de la vida, que nos sitúa en una lógica que ilumina y da sentido a lo que hacemos. Lo que a veces aparece como una carga supone casi siempre una guía y un apoyo.

Aníbal Cuevas
Es autor del libro “La felicidad de andar por casa” (Eiunsa. Colección Yumelia) y escribe en su blog www.seraudaces.es

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