Es injusto decir que la Iglesia siempre ha estado junto a los poderosos. Habrá habido sus fallos históricos debido a nuestra condición humana, y de los cuales reiteradamente el Papa ha pedido perdón, y todos los días lo hacemos en Misa entonando el mea culpa. Pero, históricamente, ¿quién ha estado siempre junto al pobre, el enfermo, el abandonado, el despreciado, el indigente? ¿Quién fue, si no la Iglesia, la que abrió asilos y hospitales, y orfanatos, y casas cuna, y Cáritas, y tantas instituciones a favor del pobre? Órdenes religiosas enteras y congregaciones nacieron para servir a los necesitados. Y hoy, un ejército numerosísimo de «voluntarios cristianos» están por esos pueblos perdidos del tercer mundo dando la vida por los excluidos del banquete de los todopoderosos, entre los que incluyo a muchos políticos e intelectuales que se pasan la vida hablando de democracia.
En contrapunto a este tipo de escritores sin fe, que tratan de servir al ateísmo «saramagoniano», es un gozo leer algunas de las muchas cosas que dice en un artículo sin desperdicio del periodista italiano Vittorio Messori:
«Las religiones no son iguales. Palabras fuertes, pero que pueden tener una cierta justificación, reconozcámoslo. Naturalmente, pero siempre que se precise en seguida que las religiones no son todas iguales, y que hay cierta diferencia entre la liturgia del degüello en masa de jóvenes sobre los altares-pirámides de los aztecas y la liturgia eucarística de un altar católico; entre Ben Laden y el papa Juan.
«¿Qué es lo que pasó cuando se trató de extirpar la religión de la sociedad y del corazón de los hombres? ¿Se desplegó entonces el reino de la paz, de la humildad, de la fraternidad, de la convivencia justa y armoniosa? La verdad es que los hechos muestran que, en las dos principales ocasiones en las que, por limitarnos a Europa, se ha tratado de imponer la perspectiva atea que todavía alguno hoy propone como panacea, sucedió exactamente lo contrario (…). Como ha demostrado Jean Dumont (…), la campaña de descristianización conducida con el Terror de la Revolución Francesa no fue un episodio más entre otros muchos, sino la revelación de su intención profunda y primaria. Precisamente, la de dar el finiquito sobre todo al catolicismo, pero también a cualquier religión ´revelada´ (junto al culto católico se prohibieron, bajo pena de muerte, también el protestante y el judío) para pasar a un culto totalmente humano, en nombre de la Razón… (…) Entre las 40 mil víctimas, nada menos que el 84% pertenecía al Tercer Estado: pequeños burgueses, obreros, y campesinos.
«Otro historiador, Reynald Sécher, ha hecho las trágicas cuentas de la Vandea, surgida en nombre de la fe de sus padres: sobre un territorio de nada más que diez mil kilómetros cuadrados, 120 mil masacrados (…). Con la piel de aquellas mujeres, muy suave, se confeccionaron guantes para los oficiales, mientras que la de los hombres se destinó a fabricar botas. Los cadáveres desollados fueron hervidos para obtener grasa para las armas y jabón para el ejército.
«Lo repetimos, hay religión y religión. No toda concepción de lo divino es siempre y de cualquier manera aceptable. Hay una religiosidad inquietante, hay fes oscuras. No nos contamos, desde luego, entre los ecumenistas del abrazo fácil, aquéllos para los que cualquier escritura sagrada o cualquier Dios valen lo que otro. Es más, respondemos sólo por la nuestra, hablamos de ´religión´» (Reproducido en www.periodismocatolico.com).
Estamos celebrando el Octavario por la unión de los cristianos. Es lamentable que los que creemos en Cristo estemos divididos. Debemos todos, católicos y no católicos, poner buena voluntad para seguir dando pasos en un camino que debemos recorrer juntos.
Religión en Libertad.
Juan García Inza
jueves, 21 de enero de 2010
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