Os presento una entrevista al filósofo Robert Spaemann publicada por Alfa y Omega
«Sólo la unicidad de Dios asegura al hombre la verdad, más allá de todo dogmatismo relativista», dice el filósofo Robert Spaemann. Mientras hoy día el predominio del cientificismo (¡no de la ciencia!) relega al olvido la pregunta sobre el Creador, el filósofo alemán refresca una sana apologética para afirmar que es racional creer en Dios. Docente emérito en la Universidad de Munich, Spaemann afronta, en esta entrevista publicada con el diario Avvenire, la cuestión de la relación entre fe y razón.
En el volumen La habladuría inmortal (Cantagalli), usted denuncia la actual atmósfera ateística. ¿En qué sentido?
Ludwing Wittgenstein escribió: «Una rueda, cuya rotación no pone en movimiento a ninguna otra, no pertenece a la máquina». Del mismo modo, para la mayoría de la gente, la fe en Dios se convierte en algo exento de consecuencias. La ciencia natural no permite la pregunta sobre Dios. Esto no significa que los científicos no sean creyentes en cuanto personas. No creyente es la visión del mundo que llamamos cientificismo, que reduce la realidad al estatuto de un objeto posible para la ciencia. Por ejemplo, la belleza de un cuadro, o la verdad de una afirmación matemática, son reducidas a estados cerebrales. La interioridad de la realidad no es nunca objeto de la ciencia.
¿Entonces, dónde está el error?
Es errónea la opinión según la cual se conocería la interioridad de un ser si se conoce el material correlativo de esta interioridad. Wittgenstein escribe que ésta es la gran ilusión moderna: creer que las ciencias nos explicarán el mundo. De hecho, las mismas leyes naturales necesitan ser explicadas; provocan siempre un estupor, como le ocurrió a Einstein. El éxito inaudito de las ciencias modernas y de la técnica ha llevado a la Humanidad a un estado como de embriaguez. Los progresos de las ciencias no permiten prestar la atención suficiente al Dador de todos los dones. Esta atención se entiende como si fuera un lujo que no podemos permitirnos.
Usted pide a la Iglesia que sea más incisiva sobre temas escatológicos. Ha escrito que el dogma cristiano podría convertirse en el refugio de la humanidad del hombre. Heidegger decía que sólo un Dios nos puede salvar. ¿Es el mismo Dios?
Un Dios no nos puede salvar, sobre todo de la muerte; puede hacerlo sólo el Dios único, creador del cielo y de la tierra. En la tradición, la fe en este Dios está sostenida por la razón. Hoy observamos lo contrario: la razón ha comenzado a dudar sobre sí misma. Ya David Hume, padre del empirismo, escribía: «Nosotros no avanzamos un paso más allá de nosotros mismos». El cientificismo no entiende a la razón como órgano de la verdad, sino como instrumento de adaptación, explicable mediante la teoría de la evolución. Nietzsche escribió que la Ilustración, con su voluntad de servir a la verdad, se destruye por sí sola, si reclama como verdad sus propias tesis. Pero existirá una verdad no relativa sólo si hay una perspectiva no relativa, si Dios existe. Si Dios no existe, no hay verdad. Esto vale también para los conceptos de libertad y de dignidad humana. Hace unos diez años, el psicólogo Burrhus Skinner escribió el libro Más allá de la libertad y la dignidad. La ciencia no conoce conceptos similares, es decir, nociones normativas. Los comprende como objeto de estudio y no como fuentes de obligación para los propios científicos. Sólo si el hombre es superior a la ciencia, es decir, si es imagen de Dios, puede hablar sobre ella. Entonces la dignidad humana se convierte en algo diferente de una ilusión.
Hoy, tienen mucho éxito los nuevos ateos, para los cuales Dios es irracional. ¿Cómo explicar que creer en Dios es algo acorde con la razón?
Nietzsche escribía: Nosotros no podemos desembarazarnos de Dios mientras sigamos creyendo en la gramática. ¿Por qué? Porque nosotros, los hombres, vivimos en un espacio de verdad. El hecho de que ahora estemos hablando partiendo de mi libro La habladuría inmortal es una verdad eterna. Si no es un sueño que yo hable con usted, esta conversación formará siempre parte de la realidad; pertenece al pasado. Nadie puede anular el pasado, que es una presencia que ha transcurrido. El futuro está indisolublemente ligado a la presencia. Ninguna alegría vivida podrá ser algo no experimentado algún día. Ningún dolor real podrá un día no haber sido sufrido. Pero ¿qué clase de ser es el ser del pasado? Si no hubiera hombres sobre la tierra que puedan recordarlo y nuestro planeta dejara de existir, nosotros no podemos decir que esta conversación nuestra no haya tenido lugar. No podemos ni pensarlo. Debemos pensar en una conciencia absoluta en la que todo lo que sucede es conservado. A esta conciencia, la llamamos Dios.
Lorenzo Fazzini
Traducción: María Pazos Carretero
ALFA Y OMEGA
sábado, 6 de marzo de 2010
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