El 2 de octubre ha sido inaugurada en la sala de exposiciones del Palau de Vivanco de Catarroja (Valencia) la tradicional exposición "Nou díes d'octubre" que todos los años organiza la Asociación Cultural Falla l'Albufera de Catarroja.
Este año está dedicada a Bertomeu Llorens, filosofo y poeta nacido en la localidad, fallecido en 1946 cuando era una joven promesa de la literatura española, un año después de haber pedido la Admisión en el Opus Dei.
En su ciudad se le recuerda con aprecio, y es frecuente encontrar flores en su tumba que dejan personas que acuden a pedirle favores. Un colegio público de enseñanza de la localidad lleva su nombre.
La inauguración estuvo presidida por la Alcaldesa de Catarroja, Soledad Ramón, y contó con la presencia de la Regidora de Cultura y Festes, Mari Angels López y otros concejales y autoridades de la Corporación municipal, así como de las falleras mayores de Catarroja y de la Falla l'Albufera, los Presidentes de las fallas y numerosos vecinos de la localidad, entre ellos los parientes de Bertomeu.
Ampar Orellano, representante de la Asociación Cultural Falla de l?Albufera, expresó la emoción de todos los presentes ante el gran valor humano y afectivo que se ofrecía con los manuscritos originales de Bertomeu, y subrayó el hecho de que es la primera vez que se expone en público su obra manuscrita desde su muerte en 1946.
Agradeció en nombre de los presentes a la Prelatura del Opus Dei y a su Oficina de Comunicación en Valencia por el cuidado con que se había guardado ese material y las facilidades dadas para organizar la muestra.
Tanto la Regidora de Cultura como la Alcaldesa tuvieron palabras emocionadas y de agradecimiento por el trabajo de la Asociación Cultural. La Alcaldesa recordó una tradición que aún se vive en Catarroja: los estudiantes, en época de exámenes, acuden a la tumba de Bertomeu para pedirle que interceda por el buen resultado de los exámenes; ella misma lo había hecho por consejo de su padre cuando era estudiante.
Jesús Acerete, de la Oficina de Comunicación del Opus Dei en Valencia, manifestó su alegría por la iniciativa, ya que la vida de Bertomeu ofrece un ejemplo de nobleza y búsqueda de ideales, muy oportuno para todos.
Resaltó igualmente que Bertomeu es hoy conocido en muchos países, gracias entre otras cosas a las copias de sus cartas, de gran calidad literaria y humana, que muchos amigos suyos del Opus Dei llevaron en los momentos de la primera expansión del Opus Dei.
Señaló también que el hecho de que la muestra se inaugure un 2 de octubre, aniversario de la Fundación del Opus Dei, constituía sin duda un guiño de Bertomeu a sus paisanos, para que se fijaran en lo esencial de su vida, su descubrimiento de Dios, sin quedarse en aspectos secundarios de la muestra.
Tras las palabras del Presidente de la Falla, las Falleras Mayores de l'Albufera procedieron a cortar la cinta que inauguraba la exposición, entre los aplausos de los asistentes.
Bertomeu, nacido en Catarroja en 1922, estudió filología hispánica, fue discípulo de Dámaso Alonso, amigo de Carlos Bousoño y frecuentó las tertulias de Vicente Aleixandre.
Educado en un ambiente racionalista y ateo, sufrió un proceso de conversión y descubrió a Dios y su vocación al Opus Dei. Falleció a los 24 años, dejando una obra de gran calidad literaria que refleja vivamente su trayectoria interior.
Además de los manuscritos originales de sus poemas, se expone también una amplia muestra de su correspondencia, así como alguna de las cartas manuscritas y telegramas que le envió el fundador del Opus Dei. Poco antes de su fallecimiento, san Josemaría Escrivá acudió a Catarroja para visitarle en casa de sus padres. Se despidieron con un abrazo emocionado.
La exposición permanecerá abierta del 2 al 15 de Octubre en horario de 18 a 21 horas, laborables y festivos. Junto a ella se expone también una muestra de otro famoso escritor y periodista valenciano, Teodor Llorente.
Ofrecemos un breve relato de la trayectoria de Bartolomé Llorens:
Nació en Catarroja el 13 de marzo de 1922, y falleció el 31 de mayo de 1946, a los 24 años. Su familia era conocida como la d'els Estudiants, porque en el siglo XIX uno de sus abuelos, llamado como él Bartolomé Llorens, cursó estudios, lo que no era frecuente en una población fundamentalmente agrícola.
Estudió en el Instituto-Escuela. Hizo Filosofía y Letras en la Universidad Literaria de Valencia (hoy Universitat de València). Fue un estudiante apasionado, vitalista y trabajador, que se declaraba no creyente, aunque en su intimidad experimentaba una gran sed de Dios.
En 1943 se trasladó a la Universidad Central de Madrid, para estudiar Filosofía Moderna. Fue discípulo de Dámaso Alonso. Formó parte de la tertulia literaria que tenía lugar en casa de Vicente Aleixandre, donde conoció a Gaos, Castillo Puche y a su gran amigo Carlos Bousoño, futuro Académico de la Lengua.
Carlos Bousoño ha dejado escrito: «Yo escribía "Subida al Amor" y leía con frecuencia a Bartolomé los poemas que iba escribiendo. Sus comentarios eran siempre inteligentes y llenos de vida. Pues para nosotros lo mismo los problemas culturales que los artísticos eran vida, palpitantes trozos de vida y no secas referencias eruditas o recreativas. Bartolomé Lloréns era ya un auténtico sabio, dentro de su jovencísima juventud, sobre todo en lingüística».
Era «serio en su trabajo, ilusionado en su afán poético, generoso y cordial en la amistad, ejemplar y maduro en su aceptación consciente y alegre de la muerte que se lo llevó tan temprano a los ojos de quienes le queríamos»
«Hubiera sido (...) uno de nuestros mejores filólogos, y hoy lo tendríamos en la Academia, sin duda ninguna, como lo está nuestro compañero de curso Fernando Lázaro Carreter...».
«Recuerdo las reuniones en casa de Vicente Aleixandre los domingos, la alegría que allí imperaba, el afecto profundo que a todos nos unía, la ilusión de empezar a escribir, que experimentábamos como un destino frenético y deslumbrante, un ansia de ser, no famosos —eso no contaba para nada— , pero sí escritores, escribir y procurar hacerlo bien: la felicidad de que la poesía existiese,...».
En sus años universitarios sus versos reflejan la tensión espiritual de su alma, que atravesaba un período de crisis: no acepta racionalmente la trascendencia que pide su alma. Ansía sin hallar y desea sin lograr.
En su poesía manifiesta la tensión entre los deseos y los sueños. Los deseos le hablan de pasión, de carne, de cosas que no sacian y no dan la felicidad. En cambio los sueños son ideales juveniles de realización perfecta, anhelo de trascendencia, ansia de Dios, afán de pervivencia, de infinito, vida de amor en plenitud a la que se sabe llamado.
Se hacía preguntas que no encontraban respuesta. En las Navidades de 1944 escribió:
Vedme, miradme todos,soy un hombre desnudo y con las manos vacíasque viene ya de vuelta de todos los sistemas.Un cansancio de sueños martiriza mi frentey el corazón me duele con sangre de verdades.
El Viernes Santo de 1944, nada más que por acompañar a su madre, asiste al Sermón de las Siete Palabras. Una frase le produce especial impresión: Como cae el rocío de un árbol, así caía la Sangre de Cristo del árbol de la Cruz. Al día siguiente anota esa frase y escribe unos inesperados Sonetos a Jesucristo, a Quien empieza a vislumbrar como el más sublime soñador:
... soñador, profeta mío- Tú fuiste el que soñó más alto sueño, soñador de la Muerte vuelta en Vida, / soñador de una Vida eterna y pura.Tú fuiste, Cristo mío, un puro anhelo / un sueño, una hermosura de la vida, /... una pura mirada, /.../ un puro vuelo.Sólo una gota de tu sangre pura / que al dar su vida te encumbró a la gloria / bastara, soñador, profeta mío, / para arrastrarme a ti con tu locura.... He de ver si sufriendo te conquisto.
En agosto de 1944, durante una guardia en el campamento de milicias, bajo una noche estrellada, se dirige directamente a Dios, de tú a tú, como nunca lo había hecho hasta entonces:
Mírame tú; tus ojos misteriososcuya inmensa pupila me rodeason la luz ideal que me sostiene.("De guardia en la línea caimán")
En marzo de 1945 (tiene 23 años) el capellán de la residencia de estudiantes donde vive en Madrid, el dominico P. Aguilar, le invita a asistir a unos ejercicios espirituales. Asistió por pura cortesía, pero inesperadamente se produjo la conversión espiritual que anhelaba secretamente, su encuentro con Cristo:
La soledad, la noche en que vivía,el hondo desamparo y desconsuelo,la triste esclavitud que me perdía,son ahora presencia, luz sin velo,son amor, son verdad, son alegría,son libertad en Ti, Señor, ¡son Cielo!
Como fruto de ese encuentro con Cristo, se planteó una entrega total a Dios. El padre Aguilar le aconsejó que acudiese a un centro que dirigían personas del Opus Dei. Pocos días después, el 27 de marzo de 1945, escribió en Valencia una carta a San Josemaría Escrivá, solicitando ser admitido en el Opus Dei.
A partir de ese momento, según su amigo Carlos Bousoño, tuvo «la misma alegría de siempre, pero más alta, como iluminada. Me contó su experiencia y me hizo leer una serie de sonetos que había escrito como consecuencia de la remoción de su conciencia (...) Los leí y mi emoción iba creciendo a cada paso. Los poemas estaban llenos de verdad y, por tanto, de auténtica poesía. Desde entonces le vi de otro modo. No sólo iba a ser un gran científico de la lengua, sino también un verdadero poeta, que ya estaba anunciando su gran sensibilidad...».
Cuando había comenzado a trabajar en su tesis doctoral sobre la lengua de los pescadores de la Albufera, sobrevino la gravísima enfermedad: tuberculosis laríngea avanzada.
Cuando Carlo Bousoño acudió a visitarle en su casa «me recibió con la misma alegría de siempre: "Me voy a morir", me dijo con naturalidad, y añadió: "¡Pero qué fácil es morir! Lo difícil es vivir y ser fiel cada día a la honda creencia"».
«Yo estaba asombrado —relata Bousoño—. Bartolomé no tenía el menor miedo, el menor dolor. Seguimos hablando de otras cosas ajenas a la grave noticia. No estaba triste ni parecía pensar en el asunto. Cariñoso, interesado por todo y por todos como siempre. De sí mismo no hablaba, pero su entusiasmo no había menguado, ni su íntima felicidad... Bartolomé era mucho más grande de lo que yo había esperado de él. Su obra magna no era necesario escribirla: la había realizado ya en su propio ser, de un modo hondo, completo».
El 27 de enero de 1946 acudió a visitarle en su casa de Catarroja el fundador del Opus Dei, san Josemaría: le animó a rezar por su curación y al mismo tiempo a aceptar la voluntad de Dios con alegría. Se despidieron con un apretado abrazo. «¡Y me dijo en tan breves instantes tanto!» escribe un emocionado Bartolomé a sus amigos.
Carlos Bousoño le escribió el 30 de mayo de 1946: «Tu recuerdo, Bartolo, será siempre para mí puro y ejemplar. Dentro de mi corazón estarás siempre, siempre, siempre, como el motor de todos mis actos nobles.
Me has dado un ejemplo, un ejemplo de Vida, de carácter, de desinterés, de generosidad para con tus amigos y para con Dios; un ejemplo que no olvidaré nunca. Cuando los años pasen, y yo sea un viejo, si es que llego a serlo, recordaré los días de la juventud, y en ellos te veré tan humano, tan juvenil y cargado, tan rico de dolor y alegría, que tu visión me hará olvidar las tristezas del mundo».
Recibía muchas visitas del pueblo, de sus amigos del Opus Dei, de viejos amigos de la Universidad de Valencia. En los últimos meses, como no podía hablar, se servía de una pizarra en la que escribía respuestas divertidas a las preguntas que le hacían.
Creó una simpática obra de teatro para esos momentos —La perromaquia, la llamó—escrita en fichas que entregaba a las visitas para que fuesen leyendo en voz alta, mientras él hacía moverse con gracia y de acuerdo con el texto a un simpático perrillo articulado, hecho con madera y cuerdas.
Las visitas, que habían acudido a consolar, salían consoladas y emocionadas: era Bartolomé, siempre generoso y entregado, quien les había hecho pasar un rato agradable a ellos.
En la noche del 31 de mayo de 1946 Bartolomé esperaba serenamente la muerte. En un momento dado, al filo de la medianoche, hizo a su madre un gesto de despedida con la mano. Sonrió y le dijo en un susurro: «m'em vaig». Instantes después falleció.
En el prólogo a Secreta Fuente (Adonais, 1948), escribe Bousoño: «Amor humano y amor divino canta Bartolomé Lloréns en sus versos. Pues bien: éstas fueron las dos zonas en que su breve vida se desenvolvió. Amor humano, primero. Amor divino, después. Amor divino que dio fuego de paz a su espíritu y le hizo morir en la más gozosa esperanza, en el más confiado y tranquilo reposo».
Y prosigue: «¿Qué hubiera sido la madurez de este poeta, ya tan verdadero y conmovedor? No lo sé. No lo sabremos nunca. La noche ciega sus ojos, su voz para siempre, y encubre a nuestras miradas el futuro imposible. La noche ha llegado. En un cementerio de Catarroja, el valenciano cielo estrellado nocturnamente vela la solitaria garganta que cantó para los hombres su destino de amor cuando el día era luz y no tristeza.
Encima de las estrellas resuena el nuevo himno de gloria, lejos, apagadamente. El día ha vencido».
Jesús Acerete
ALMUDÍ
ALMUDÍ
Fuentes:
Bartolomé Llorens. Una sed de eternidades. Prólogo de Carlos Bousoño. Juan Ignacio Poveda. Ed. Rialp 1997)
Secreta Fuente. Antología de poemas de Bartolomé Llorens. Carlos Bousoño. Adonais, 1948.
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