domingo, 12 de diciembre de 2010

YO SOY EL NIRVANA

Este pequeño artículo o ensayo trata de cómo el autor llegó a ser consciente de lo que esta sociedad empuja a hacer a los jóvenes menos preparados.
El autocar que nos tiene que llevar a Barcelona a ver al Papa asoma tras la esquina más Almudi.org - "Yo soy el Nirvana"alejada. En la oscuridad y el silencio de la mañana se muestra como una cruel perturbación de la realidad, casi como un elemento onírico. Pues a esta hora bien podría estar aún durmiendo...
      El autocar se detiene y se abren sus puertas. La gente hace ademán de subir, pero del autobús desciende atropelladamente un joven encapuchado que camina a traspiés y describiendo cortas eses.
¿Puedo venir con vosotros? –pregunta el joven misterioso, con dificultades para vocalizar.
      Está colocado.
¿Pero tú quién eres? –le preguntamos, por eso de darle conversación.
      El joven levanta la cabeza como sorprendido y, alzando lentamente las manos, se echa hacia atrás la capucha. En la oscuridad se adivinan sus rasgos dejados, así como una barba de un par de semanas. Sus labios casi negros paralizados en una perpétua sonrisa estúpida.
¿Yo? –nos pregunta, o quizás se lo pregunta a sí mismo–. Yo soy el Nirvana.
      Y dice esto mientras se señala el suéter, donde pone Nirvana claramente, en letras mayúsculas y de color negro.
      Vuelve a preguntar si puede venir con nosotros. Intentamos explicarle que al lugar al que vamos se necesita acreditación y que, como él no la tiene, mejor que no haga un viaje en balde.
      La gente empieza a subir al autocar, ignorando al hombre.
Ya, pero yo... si es que... –murmura el pobre infeliz–. Yo es que ya no creo en nada. Es que a mí me han dejado tirado... Y yo, yo quiero ir con vosotros, porque sé que me lo voy a pasar bien...
      Y a todo esto, mientras tanto, se va liando un porro.
      El joven drogadicto es objetivo de miradas piadosas, y sigue murmurando para sí frases inconexas. Veo encogerse al hombre desde la ventana del autocar. Aún alcanzo a ver cómo se sienta en la acera, completamente solo, y la punta del porro se vuelve punto rojo cuando da una calada...
      ¿De dónde ha salido este individuo sin nombre? ¿Por dónde ha pasado? ¿Qué ha vivido?
      Son preguntas que con toda seguridad no voy a saber responder. Pero creo que sí puedo aproximarme a la realidad de esta persona. Este chaval es uno de los muchos que son engañados a diario. Engañados por las corrientes, la moda, la modernización mal entendida...
      A este tipo le han vendido desde crío un tipo muy específico de felicidad y de libertad. La felicidad de “aquí y ahora”. No es ésta la filosofía del esfuerzo y el trabajo, se trata de una forma de vida muy presente en la sociedad actual y en la mayoría de personas.
      Le han vendido un tipo de felicidad, un “nirvana”, con el que no tiene que preocuparse de nada. Desde bien críos la sociedad nos marca unas pautas a seguir. Y estas pautas están muy claras. El que se aparta de ellas no es aceptado dentro del “grupo”.
      Este hombre no tiene nada, no tiene ni nombre. Ha perdido la individualidad. Se ha convertido en el grupo, en el Nirvana. Es el Nirvana. Piensa lo que piensa el Nirvana, hace lo que hace el Nirvana, dice lo que dice el Nirvana... sea lo que sea el Nirvana, se ha convertido en esclavo suyo. De pronto, ya no es tan libre como le querían vender. Resulta que “hacer lo que yo quiero” no es libertad. Pues muchas veces no hacemos lo que queremos, sino lo que quieren otros que hagamos, o lo que quiere nuestro cuerpo que hagamos.
      Ya Platón definió el concepto “ser dueño de uno mismo”. Ser dueño de uno mismo significa poder controlar la parte concupiscible del alma, los instintos, en vez de darles rienda suelta. Y en este control está el verdadero equilibrio y la verdadera felicidad. En el polo opuesto encontramos la visión freudiana: la verdadera felicidad se encuentra en la desinhibición, en dar rienda suelta a los instintos. Sin embargo, todos hemos podido comprobar en nuestra propia vida que esta filosofía no da la felicidad, sino el placer más efímero existente.
      Este Nirvana se ha estado moviendo desde adolescente (si no antes) por ambientes de discoteca. Y le han vendido como paradigmas de la felicidad el alcohol, las drogas y el sexo. Y estos “vicios”, se quiera o no, acaban por encadenarle a uno a un tipo muy específico de vida.
      La sociedad vende al adolescente que nada de lo que hace tiene repercusiones, que todo se puede arreglar. El alcohol es bueno, pues ayuda a pasárselo bien en una fiesta con unos amigos. La droga no está mal, te entona y te vuelve gracioso; lo ves todo diferente. En el sexo todo es lícito, usa condón, que tu chica tome la píldora y no tienes de qué preocuparte.
      Sin embargo, nadie comenta a esos adolescentes perdidos que el alcohol crea alcohólicos, provoca muertes en la carretera y es una bomba para el hígado. Nadie les dice que la droga destruye neuronas del cerebro y crea una dependencia de la que no se puede escapar. Nadie les habla del lado sagrado del sexo, ni del valor de la abstinencia a la hora de mantener una pareja estable y formar más adelante una familia en una situación personal responsable y bien cimentada.
      Se priva a estos adolescentes del bien del esfuerzo, y no se les enseña el valor de la responsabilidad. Y luego estos mismos chicos, que han seguido al pie de la letra las indicaciones del grupo y de la sociedad, son desechados por ésta misma.
Me han dejado tirado.
      Los mismos que le han dado diversión le han dejado tirado después de exprimirlo como una naranja madura para sacarle todo el jugo posible.
      ¿Y qué hace este individuo cuando lo ha probado todo y se da cuenta de que se encuentra en un abismo profundo, lleno de mierda hasta el cuello, y sin ninguna esperanza de poder salir?
      Fijaos en lo que dice: Yo es que ya no creo en nada. Porque ha hecho de todo y no ha encontrado nada que le llenara el corazón. A lo sumo ha encontrado cosas que le han llenado la tripa, pero todo eso termina y por muy demacrado que el cerebro y la conciencia estén, el corazón sigue vacío. Yo ya no creo en nada. Nada de lo que me han dado me ha hecho feliz. Estoy vacío. Solo y vacío. Mi vida ya no tiene ningún sentido.
      Y este mismo hombre se vuelve hacia aquellas personas a las que sí ve sonreír, no en un momento en el que están entonados y son más graciosos, sino que sonríen a todas horas y a todo el mundo. En este caso, hacia unos pobres madrugadores que se dirigían a ver al Papa en Barcelona.
Yo quiero ir con vosotros, porque sé que me lo voy a pasar bien.
      Pasarlo bien, para él, es ya un sinónimo total de ser feliz. Y, sin embargo, dice todo esto mientras se lía un porro. Tiene el deseo de cambiar en su interior, el deseo de infinito persiste en su corazón. Pero ya no tiene voluntad, ya no es libre, es incapaz de dar el paso. Está completamente atado. Atado y abandonado. Solo con sus miserias, con sus penas, con sus vicios... vicios que le van a acompañar hasta que muera, quizás esta noche, quizás dentro de una semana, puede que en unos años...
– Yo soy el Nirvana, me han robado el nombre, la identidad, no soy nadie, soy el grupo. Ya no creo en nada, porque lo he probado todo y nada me ha dado la felicidad que busco. Los mismos que me divertían ahora me han dejado tirado. No quiero estar solo. Necesito que alguien me ayude. Por favor.
      Esta sería poco más o menos la súplica que pasaría por la cabeza de este nirvana, uno de tantos, si conservara aún toda su capacidad cognitiva.
      Y luego la gente me pregunta que por qué no voy a discotecas, que por qué no bebo, que por qué no me fumo un porrete, que por qué me gustaría llegar virgen al matrimonio, que por qué voy a misa y me confieso...
      Pues porque veo y conozco a personas como este nirvana. Y no os extrañe que escriba esto, o que cuando vea a un compañero que va por este camino me preocupe hondamente por él.
      Yo soy el Nirvana. Yo soy el adolescente actual y moderno. Yo soy la juventud en descomposición...
Apolión (2 Batchillerato. Girona)
TemesD´Avui.org

1 comentario:

  1. Apolión es, en verdad, Enric Fernández Gel (2Bachillerato, L'Hospitalet). En la cabecera del artículo en la revista Temesd'Avui ya está corregido, aunque al pie siga poniendo Apolión, Girona. Lo digo porque esto tiene pinta de escamparse...

    ResponderEliminar