Una vez contraído válidamente el sacramento del matrimonio, crea una unión espiritual que no puede romperse.
a) Unidad e Indisolubilidad
30. ¿Cuáles son las propiedades esenciales del sacramento del matrimonio?
Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad.
Unidad del matrimonio significa que el contrato establecido es entre
un hombre y una mujer; el esposo no puede casarse con otra mujer durante
toda la vida de su esposa, ni la esposa puede casarse con otro hombre
mientras viva su esposo.
La poligamia es contraria a la dignidad personal igual dehombres y
mujeres, quienes en el Matrimonio se dan ellos mismos con un amor total,
y por tanto, único y exclusivo.[1]
Indisolubilidad significa que la unión del matrimonio sacramental no
puede romperse excepto por la muerte del esposo o la esposa.
Por virtud del contrato matrimonial, el hombre y la mujer "ya no son
dos sino una sola carne" y están llamados a crecer continuamente en su
comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de
la recíproca donación total.[2]
La unión no es simplemente física, sino una unión espiritual de las
dos almas. Aunque los esposos pueden estar físicamente separados, el
sacramento, una vez contraído válidamente, crea una unión espiritual que
no puede romperse, excepto por la muerte de uno de los esposos.[3] La
autorización, dada por Moisés[4], de repudiar a su mujer era una
concesión a la dureza de sus corazones.[5]
Su motivo mas profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza,
de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del Matrimonio los esposos
son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el
sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y
más profundo.[6]
31. ¿Cuáles son los principales propósitos del contrato matrimonial?
Por su misma naturaleza, el contrato matrimonial es ordenado hacia el
bien de los esposos y hacia la procreación y educación de los hijos.[7]
Las unión de los esposos logra el fin doble del matrimonio: el bien de
los esposos y la transmisión de la vida.
Estos dos significados o valores del matrimonio no pueden separarse
sin alterar la vida espiritual de la pareja o comprometer los bienes del
matrimonio y el futuro de la familia. El amor matrimonial de hombre y
mujer requiere tanto de la fidelidad como de la apertura a la vida.[8]
Entre más pronto se reconozca este hecho, y se comparta con otros, más
pronto un mayor número de parejas serán capaces de abrazar el plan total
de Dios y estar más abiertos al propósito de procreación del
matrimonio.[9]
b) Apertura a la fecundidad
32. ¿Cómo se expresa el amor verdadero en las relaciones matrimoniales? ¿Cuándo es el acto marital un signo de amor auténtico?
El verdadero amor conyugal no sólo es exclusivo y total, sino también
un amor fructífero, tanto espiritual como físicamente. Espiritualmente,
es fructífero porque el matrimonio ayuda a la pareja a crecer en
santidad. Físicamente es fructífero porque el acto matrimonial, cuando
se hace como Dios quiere, glorifica a Dios y es necesario para alcanzar
la unión perfecta entre los esposos. Algunos pueden tener nociones
equivocadas con respecto a las enseñanzas de la Iglesia sobre lo sagrado
del acto marital. Lejos de ser algo malo o en cierta forma sucio, como
algunos erróneamente piensan, la Iglesia defiende su dignidad.
Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre
sí son honestos y dignos, y realizados de modo verdaderamente humano
significan y fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen
mutuamente con alegría y gratitud.[10]
El propio Creador estableció que en la función procreadora, los
esposos deben experimentar placer y goce del espíritu y del cuerpo. Por
tanto, los esposos no hacen naada malo al buscar este placer y goce.
Sólo aceptan lo que el Creador ha proyectado para ellos. Sin embargo,
los esposos deben saber cómo mantenerse dentro de los límites de la
moderación.[11]
Como escribió San Josemaría Escrivá, fundador de la Prelatura
del Opus Dei: Esa autenticidad del amor requiere fidelidad y rectitud en
todas las relaciones matrimoniales. Dios, comenta Santo Tomás de
Aquino, ha unido a las diversas funciones de la vida humana un placer,
una satisfacción; ese placer y esa satisfacción son por tanto buenos.
Pero si el hombre, invirtiendo el orden de las cosas, busca esa emoción
como valor último, despreciando el bien y el fin al que debe estar
ligada y ordenada, la pervierte y desnaturaliza, convirtiéndola en
pecado o en ocasión de pecado.[12]
Aún Sigmund Freud dice: Es una característica de todas las
perversiones sexuales evitar la reproducción como objetivo.[13] Este es
realmente el criterio por medio del cual juzgamos si la actividad sexual
es perversa: si se aparta de la reproducción en su objetivo y persigue
la gratificación independientemente.
Para mantener un amor genuino entre esposo y esposa, cada acto
matrimonial debe permanecer abierto a la transmisión de la vida. La
procreación nunca puede excluirse del acto conyugal porque Dios ordenó
una conexión inseparable entre los significados unitivo y procreativo
del amor conyugal.[14]
33. ¿En qué consiste la paternidad responsable?
Con frecuencia la noción de paternidad responsable[15] se entiende
exclusivamente como limitación a un reducido número de hijos por
matrimonio. Sin embargo, en muchos casos la decisión responsable de los
padres respecto de los hijos que podrían traer al mundo consiste en
aceptar con gusto los que Dios les mande. Si son capaces de atenderlos,
alimentarlos, educarlos, sería una falta de responsabilidad limitarse a
un número reducido. No se estaría ejerciendo adecuadamente la paternidad
responsable.
Por eso, y para evitar equívocos, Pablo VI señala las dos formas como
se concreta esa noción: "la paternidad responsable se pone en práctica
ya sea con la deliberación ponderada y generosa de recibir un número
mayor de hijos, ya sea con la decisión, tomada por serias causas y en el
respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún
tiempo o por tiempo indefinido".[16]
34. ¿Cuál es el verdadero significado de la paternidad responsable?
El ejercicio responsable de la paternidad implica que los esposos
reconocerán plenamente sus propias obligaciones hacia Dios, hacia ellos
mismos, hacia su familia y hacia la sociedad, en una jerarquía de
valores correcta.[17] Esto comprende el reconocimiento de las
obligaciones para con Dios, ellos mismos, la familia y la sociedad; y al
mismo tiempo reconocen que no son libres para proceder a su completa
libertad, como si ellos pudieran determinar en forma totalmente autónoma
el camino honesto que deben seguir; pero ellos deben conformar su
actividad a la intención creadora de Dios, expresada en la propia
naturaleza del matrimonio y de sus actos, y manifestada en las
enseñanzas constantes de la Iglesia.[18]
Este concepto de paternidad responsable debe entenderse
correctamente. Debe considerarse bajo sus diversos aspectos legítimos e
interrelacionados.
En relación con los procesos biológicos, paternidad responsable
significa que se conocen y respetan las funciones de estos procesos; el
intelecto descubre en el poder de dar la vida leyes biológicas que son
parte de la persona humana.
En relación con las tendencias del instinto y las pasiones,
paternidad responsable significa el dominio necesario que la razón y la
voluntad deben ejercer sobre ellos.
En cuanto a las condiciones físicas, económicas, psicológicas y
sociales, la paternidad responsable se ejercita ya sea por la decisión
generosa, tomada a conciencia, de formar una familia grande, o por la
decisión, tomada por motivos graves y con respeto por la ley moral, para
evitar nuevos nacimientos por cierto tiempo, o aún por un período
indeterminado.
Paternidad responsable además, y sobre todo, implica una relación más
profunda con el orden moral objetivo establecido por Dios, y del cual
el intérprete fiel es una conciencia recta.[19]
35. ¿Es el recurso de planificación familiar natural (PFN) compatible con la paternidad responsable?
La paternidad responsable no es incompatible con el recurso a la
planificación familiaar natural cuando existen motivos graves. Pero el
esposo y la esposa deben tener en cuenta las consideraciones mencionadas
y valorar este asunto concientemente ante Dios. Este objetivo no puede
alcanzarse a menos que se practique la castidad conyugal sincera. Por
razones justas, las parejas pueden desear espaciar los nacimientos de
sus hijos. Deben asegurarse que su deseo nazca del egoísmo, sino que
está de acuerdo con la generosidad adecuada de la paternidad
responsable. Su comportamiento se regirá por los criterios objetivos de
la moralidad.[20]
Es la pareja casada quien, en última instancia, tomará la decisión.
Deben darse cuenta que su comportamiento está gobernado por los dictados
de una conciencia bien formada, la cual puede contradecir los
sentimientos y los impulsos. Algunos dicen que la conciencia es sagrada;
de hecho, ha sido llamada el santuario del hombre. Esta conciencia está
de acuerdo con la voluntad de Dios y se forma en el ser humano por
medio de las enseñanzas de la Iglesia, que es la intérprete auténtica de
la ley divina. Porque la ley divina ilumina el significado del amor
conyugal, lo protege y lo conduce a la verdadera plenitud humana.
En esto, y no en nada más, estriba todo el misterio y la dignidad de
la conciencia moral: en estar en el lugar, el lugar sagrado donde Dios
le habla al hombre.[21]
Lo que generalmente se conoce como "planificación familiar natural",
consiste en la práctica de utilizar los tiempos no fértiles para la
expresión del amor conyugal, y puede recurrirse a él cuando hay motivos
graves, por ejemplo para retrasar un nuevo nacimiento. Esta práctica
expresa en una forma concreta la relación correcta entre los esposos en
el matrimonio. Llama a un profundo respeto entre los esposos y a una
comunión de mentes y corazones respecto a la regulación de los
nacimientos. Reconoce los diferentes, pero complementarios, deseos y
necesidades de un hombre y una mujer e insiste en que es indispensable
la corresponsabilidad para tomar decisiones respecto a los hijos.
La planificación familiar natural reconoce y requiere iniciación
adecuada, compromiso y la plena cooperación del esposo y la esposa.
Respeta la naturaleza humana y va más allá de las formas mecánicas de
expresar el amor humano. Se preserva la relación entre la comunión y la
generosidad y se fomenta un nuevo nivel de comprensión entre esposo y
esposa. Esta planificación constituye una atmósfera en la cual los
padres están mucho más inclinados a asumir la corresponsabilidad para la
educación de los hijos.[22]
El espaciamiento más natural se logra amamantando al infante porque
la lactancia suprime la ovulación. Sin necesidad de programar la
"planificación familiar", las parejas se dan cuenta de que sus hijos
nacen adecuadamente espaciados.
Los motivos que conducen a la continencia periódica deben ser
importantes. Los esposos tienen la obligación de procrear y educar a los
hijos de acuerdo con el plan de Dios.
Los motivos que pueden orillar a los esposos a evitar la procreación
son la salud física y psicológica del esposo o la esposa, la armonía y
la paz de la familia, mejores condiciones para la educación de los hijos
ya nacidos o circunstancias externas.[23]
Los métodos lícitos de control natal natural son el método del ritmo y
otros como el de la temperatura basal, el de la ovulación y Billings.
Estos métodos pueden usarse bajo las siguienters circunstancias:
Cada acto marital debe estar abierto a la transmisión de la vida: El
control natal artificial (es decir, la píldora, el dispositivo
intrauterino (DIU), el coito interrumpido, el condón, etc), la
masturbación o la esterilización voluntaria en ningún caso están
permitidos porque son transgresiones graves a la ley de Dios, es ir
contra la naturaleza del amor conyugal y establecer el campo fértil para
la destrucción final del contrato matrimonial
La decisión de emplear la planificación familiar natural debe hacerse
con una conciencia recta, es decir, una conciencia informada por las
enseñanzas de la Iglesia.
Deben existir motivos morales graves para practicar la planificación familiar natural.
Y, no debe haber ocasión de pecado para ninguno de los esposos, por
ejemplo, períodos de infidelidad debidos a períodos prolongados de
continencia. Estos períodos significan respetar las leyes del proceso
generativo, reconocer que no somos árbitros de las fuentes de la vida
humana, sino más bien el ministro del designio establecido por el
Creador.[24]
La orientación y la guía de un sacerdote prudente siempre ayudarán a la pareja a tomar la decisión correcta ante Dios.
También está prohibido cualquier acto para buscar el placer sexual
que por su naturaleza no esté dirigido o destinado a la procreación y a
aspectos unificantes del amor matrimonial, por ejemplo, el coito oral,
la auto o mutua masturbación, etc.
La Iglesia condena severamente cualquier alteración de la ley natural
y, por esta razón, condena el control natal artificial. Las enseñanzas
de las Iglesia en este aspecto siempre han sido las mismas desde el
mismo principio de la cristiandad.
Además, la experiencia ha demostrado que la destrucción del contrato
matrimonial puede ser sutil. La erosión suele ocurrir durante años del
uso de anticonceptivos. El sexo contraceptivo puede hasta convertirse en
alienante cuando se ha eliminado el propósito original.
36. Según la respuesta anterior, ¿qué condiciones se requieren para optar la limitación en el número de hijos?
Para optar por la limitación en el número de hijos se requieren dos
condiciones: que haya causas que justifiquen esa decisión y que se
utilice un método que esté de acuerdo con la ley moral.
La paternidad responsable implica apertura a la vida en las
relaciones conyugales. Una apertura a la vida en las relaciones
conyugales protege la autenticidad de la relación amorosa, salvándola
del riesgo de descender al nivel de simple goce utilitario.[25]
La orden de Dios dada a nuestros primeros padres en el Génesis de ser
fructíferos y multiplicarse no implica que cada acto mastrimonial logre
como objetivo la concepción de la vida; sin embargo, en cada acto
conyugal no puede haber acción opuesta a la transmisión de la vida.
Toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su
realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se
proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación, es
intrínsecamente pecaminosa.[26]
37. ¿Qué han dicho los Romanos Pontífices sobre las causas o
motivos que hacen lícita la decisión de evitar un nuevo nacimiento?
Respecto a las causas o motivos que hacen lícita la decisión de
evitar un nuevo nacimiento, los Romanos Pontífices han utilizado las
siguientes expresiones: Pío XII: "casos de fuerza mayor", "motivos
graves", "motivos serios y proporcionados",[27] Pablo VI: "serias
causas", "justos motivos",[28] Juan Pablo II: "justas razones".[29]
38. Ahora bien, ¿a qué se refieren esas causas o motivos?
Esas causas o motivos se refieren "a las condiciones físicas,
económicas, psicológicas, sociales"[30] de los cónyuges o de los hijos.
Para concretar un poco más estas ideas, podríamos ejemplificarlas
esquemáticamente de la siguiente manera:
a) Para retrasar una nueva concepción se requieren motivos o razones proporcionadas como las que se indican a continuación:
Físicas: reponerse de varios embarazos y partos muy seguidos, superar
una enfermedad relativamente grave, o alargar por prescripción médica
el período de convalecencia;
Económicas: situación económica realmente apurada, en la que un nuevo hijo provocaría serios problemas;
Psicológicas: determinados estados de angustia o ansiedad ante la
posibilidad de un nuevo embarazo, alguna otra enfermedad mental
comprobada en alguno de los cónyuges;
Sociales: imposibilidad material de dar a la nueva criatura un adecuado cobijo;
Personales: carencia efectiva de tiempo para atender a la nueva prole
o para cumplir adecuadamente -contando siempre con la propia
generosidad y espíritu de sacrificio- las obligaciones de estado o las
que impone el trato a con Dios;
b) para evitar de por vida una nueva concepción, los motivos habrán
de ser, lógicamente, de mucha mayor importancia: peligro próximo y
mortal para la salud de la madre, enfermedad grave e incurable,
imposibilidad de trasladarse a una vivienda más amplia para evitar la
promiscuidad, incapacidad permanente para resolver las necesidades de
los hijos -alimento, vestido, educación-, necesidad imperiosa para la
madre de trabajar fuera de casa e incompatibilidad real de esa tarea con
el cuidado de los hijos, etc.
La otra condición para optar lícitamente por la limitación de los
nacimientos se refiere, como advertimos, al método, que ha de estar de
acuerdo con la ley moral.
39. ¿Es lícito, entonces, el uso de la contracepción?
La contracepción, es decir, la acción contra la concepción, tiene
como objetivo prevenir la transmisión de la vida. Esta acción es un mal
uso de las facultades reproductoras, y viola uno de los propósitos del
matrimonio. Es un rechazo directo, un decir "no"al plan de Dios para la
vida y a la vocación para traer nueva vida. Puede conducir a una pérdida
de la fe.
La vida misma es sagrada, y por este solo hecho, las relaciones
sexuales, a diferencia de otras acciones físicas, son también sagradas.
Por ello, las parejas comparten el poder y la paternidad de Dios.[31]
Considerando a Dios como causa fundamental de todas las cosas, debe
tenerse presente que en el origen de cada persona humana hay un acto
creativo de Dios. Ningún hombre viene a este mundo por casualidad;
siempre es objeto del amor creativo de Dios. Por esta verdad fundamental
de la fe y la razón, la capacidad procreativa, inscrita en la
sexualidad humana, es, en su verdad más profunda, una cooperación con el
poder creativo de Dios. El hombre y la mujer no son ni árbitros de esta
capacidad, ni sus maestros.[32]
El fenómeno biológico de la reproducción humana, donde la persona
humana encuentra sus orígenes, también tiene su fin en el nacimiento de
una nueva persona, única e irrepetible, hecha a imagen y semejanza de
Dios.[33]
El uso de la contracepción priva al acto matrimonial de su naturaleza
sagrada, diciendo "no"a la transmisión y al valor de la vida. Este "no"
a la vida conduce al egoísmo en el cual cada miembro de la pareja
tenderá a usar cada vez más al otro para satisfacer sus necesidades
sensuales. Este "no" también se traduce en un deseo de aumento de los
bienes materiales, una mejor carrera, o comodidades a cualquier precio.
Además, cuando se excluye el propósito primario de las relaciones
sexuales, es muy difícil distinguirlo de otras perversiones sexuales
como el sexo premarital, la masturbación, etc. con lo que se busca como
fin primario la satisfacción sexual, sin apertura a la vida. Es probable
que no reconozcan que la barrera espiritual que han puesto entre ellos
es el verdadero motivo de esta distancia.
40. ¿Puede el control artificial de la natalidad
estar de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia (por ejemplo, en casos
extremos)?
El control artificial de la natalidad nunca puede estar de acuerdo
con las enseñanzas de la Iglesia, aún en casos extremos. Cegar las
fuentes de la vida es una violación a la ley de Dios, y un mal uso de
los dones que Dios ha concedido a la humanidad. Hacer esto demuestra que
una persona es movida por el temor y el egoísmo, no por amor. Todo se
vuelve turbio porque el esposo y la esposa empiezan a verse como
cómplices. Irónicamente, pueden experimentar menos intimidad en medio de
actos sexuales más frecuentes. Las heridas que se crean, si se deja que
continúe este estado, son casi siempre imposibles de curar. El amor ya
no es auténtico.[34] El mal uso del sexo en el matrimonio es comunicar
lo siguiente: Acepto la parte de ti que me trae placer pero no la parte
que produce nueva vida.
Así, al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de
los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente
contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente; se produce
no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también a una
falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a
entregarse en plenitud persona.[35]
La iglesia Católica prohibe el uso del control natal artificial, como
la pastilla anticonceptiva, el coito interrumpido, el DIU, el condón,
etc.[36] Nunca deben usarse: contradicen el propósito del matrimonio
porque interefierenn con el plan de Dios y el propósito de crear nueva
vida. Son malvados intrínsecamente. Es como decir non serviam a Dios (No
te serviré a ti en esta colaboración creadora).
Inversamente: Cuando hay castidad en el amor de las personas casadas,
su vida matrimonial será auténtica; esposo y esposa son fieles a ellos
mismos, se comprenden y desarrollan la unión entre ellos.[37] Desde el
momento de la concepción la vida deberá cuidarse con gran cuidado,
mientras el aborto y el infanticidio son crímenes abominables.[38]
Aunque el objetivo de algunas formas de control artificial de la
natalidad es la contracepción, el resultado real ha sido el aborto.
Otras, como el DIU, la pastilla, o las pastillas para la mañana
siguiente (abortivas) por ejemplo RU-486, siempre son abortíferas por
destrucción de la nueva vida: el huevo ya fertilizado. Estos métodos
abortíferos de "contracepción" son especialmente inmorales, porque, como
la vida comienza en la concepción, provocan el aborto de una nueva vida
humana.
El uso adecuado de las relaciones conyugales durante el matrimonio es
una clave importante para el éxito de un matrimonio. Los sacerdotes con
experiencia en Tribunales Matrimoniales se dan cuenta que en muchos
casos, el divorcio es precedido por la falta de castidad, ya sea por
contracepción durante el matrimonio, sexo premarital, sexo extramarital,
o por los tres.
41. ¿A quién corresponde la decisión sobre el modo de ejercer la paternidad responsable?
La decisión sobre el modo de ejercer la paternidad responsable en
cada caso —aceptando un número mayor de hijos o limitándolo— corresponde
a los cónyuges, ya que "los primeros responsables del amor conyugal son
los mismos esposos",[39] o con palabras del Concilio Vaticano II, "este
juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos
personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean
conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre
deben regirse por la conciencia, la cual ha de ajustarse a la ley divina
misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta
auténticamente esa ley a la luz del Evangelio"[40] Por tanto, si bien es
recomendable pedir consejo a quien pueda darlo con objetividad y buen
criterio —por ejemplo, el sacerdote con quien suelan confesarse—, la
decisión final habrán de tomarla en conciencia los esposos, De ahí que
no tenga sentido hablar de "permiso" otorgado por el sacerdote en esta
materia, pues carece de esa facultad.
42. ¿Qué método es moralmente lícito para controlar la natalidad?
El único método moralmente lícito para evitar o retrasar un embarazo,
supuestas las causas que lo justifican, consiste en la abstinencia del
acto conyugal en los días en que puede haber fecundación: "Si para
espaciar los nacimientos existen serios motivos, derivados de las
condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges, o de circunstancias
exteriores, la Iglesia enseña que entonces es lícito tener en cuenta los
ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras para usar el
matrimonio sólo en los períodos infecundos y así regular la natalidad
sin ofender los principios morales"[41] A este método se le llama
continencia periódica.
43. ¿Por qué es lícito el método de la continencia periódica?
La razón por la cual este método es lícito es porque se cumplen las dos condiciones para la bondad de todo acto humano:
Que haya recta intención: en este caso, la intención queda avalada
por las causas o motivos que llevaron a tomar la decisión de espaciar
los nacimientos; y que el acto sea bueno en sí, por su objeto: esta
condición también se da, pues al hacer uso del matrimonio en los
periodos agenésicos, los cónyuges no rompen la unidad entre los dos
aspectos o significados que constituyen esencialmente el acto
conyugal,[42] como Dios lo ha querido: el aspecto unitivo: la unión
entre los esposos, el amor mutuo que se expresa y fortalece mediante ese
acto y, el aspecto procreativo el acto matrimonial permanece abierto
naturalmente a la procreación, ya que se ha respetado la naturaleza, sin
alterar artificialmente los mecanismos por los que se regula la
generación humana.
44. ¿Qué se entiende por métodos naturales?
Habíamos dicho que el único método lícito para regular la natalidad
es la continencia periódica. Ahora hay que añadir que por métodos
naturales se entienden los diversos procedimientos que permiten detectar
los días en que puede haber fecundación, con miras a abstenerse del
acto conyugal en esas fechas. Por tanto, el recurso a la continencia
periódica es común a todos ellos.
45. ¿En qué se basan los métodos naturales de regulación de la fertilidad?
Todos los métodos naturales de regulación de la fertilidad se basan
en el reconocimiento de las diferentes etapas de las que consta el ciclo
menstrual y, muy especialmente, en la identificación del momento de la
ovulación, que es el hecho clave sobre el que gira la posibilidad del
embarazo.
46. Estas leyes que aparecen como costosas ¿Pueden vivirlas todos los esposos cristianos?
Aunque en algunos casos pueda resultar difícil vivir la Doctrina de
la Iglesia respecto al matrimonio y la procreación, hay que tener en
cuenta que, como ha dicho Juan Pablo II, "no puede haber verdadera
contradicción entre la ley divina de la transmisión de la vida y la de
favorecer el auténtico amor conyugal".[43] Además, "Dios no manda lo
imposible, y todo mandamiento lleva consigo también un don de gracia que
ayuda a la libertad humana a cumplirlo. Sin embargo, son necesarios la
oración constante, el recurso frecuente a los sacramentos".[44] Esto
significa que los esposos no se encuentran solos, con sus solas fuerzas,
para vivir unas exigencias que les superan, sino que cuentan con la
ayuda que Dios les ofrece. Lo que hace falta, por tanto, es aceptar esa
ayuda, apoyarse y confiar en ella. ¿Cómo? Lo acaba de indicar el Papa:
rezando, confesándose con frecuencia, acudiendo a la Santa Misa también
entre semana, y recibiendo la Sagrada Comunión en estado de gracia.
47. ¿Cuál es el documento más importante del
Magisterio reciente de la Iglesia sobre el matrimonio y la procreación?
¿Ha sido constante la Iglesia en esta enseñanza?
El documento más importante del Magisterio reciente de la Iglesia
sobre el matrimonio y la procreación es la encíclica Humanae Vitae, de
Pablo VI, del año 1968, que aborda sistemáticamente el tema. La
exhortación apostólica Familiaris Consortio, de Juan Pablo II, del año
1981, trata también con gran profundidad el tema de la transmisión de la
vida, pero dentro de un contexto más amplio, y secunda plenamente las
enseñanzas contenidas en la encíclica de Pablo VI. También la Iglesia
recuerda estas enseñanzas en el Catecismo de la Iglesia Católica, en la
instrucción Donum viate de la Congregación para la doctrina de la fe y
el Papa Juan Pablo II habla una vez más de este tema en muchas de sus
Alocuciones y en la Carta a las familias de 1994. "La Iglesia enseña la
verdad moral sobre la paternidad y maternidad responsables,
defendiéndola de las visiones y tendencias erroneas difundidas
actualmente."[45]
48. ¿Es insesible la Iglesia a las dificultades para vivir la moral sobre la paternidad y maternidad responsables?
Es el mismo Papa Juan Pablo II quien responde a esta pregunta, con
otras, diciendo: "¿Por qué hace esto la Iglesia? ¿Acaso porque no se da
cuenta de la problemática evocada por quienes en este ámbito sugieren
concesiones y tratan de convencerla también con presiones indebidas, si
no es incluso con amenazas? En efecto, se reprocha frecuentemente al
Magisterio de la Iglesia que está ya superado y cerrado a las
instancias del espíritu de los tiempos modernos; que su acción es nociva
para la humanidad, más aun, para la Iglesia misma. Por mantenerse
obstinadamente en sus propias posiciones —se dice, la Iglesia acabará
por perder popularidad y los creyentes se alejarán cada vez más de ella.
Pero, ¿cómo se puede sostener que la Iglesia, y de modo especial el
Episcopado en comunión con el Papa, es insensible a problemas tan
graves y actuales? Pablo VI veía precisamente en éstos cuestiones tan
vitales que lo impulsaron a publicar la encíclica Humanae vitae. El
fundamento en que se basa la doctrina de la Iglesia sobre la paternidad y
maternidad responsables es mucho más amplio y sólido. El Concilio
indica ante todo en sus enseñanzas sobre el hombre cuando afirma que "es
la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma" y
que "no puede encontrarse plenamente a sí mismo si no es en la entrega
sincera de sí mismo".[46] Y esto porque ha sido creado a imagen y
semejanza de Dios, y redimido por el Hijo unigénito del Padre, hecho
hombre por nosotros y por nuestra salvación.
El concilio Vaticano II particularmente atento al problema del
hombre y de su vocación, afirma que la unión convugal —significada en la
expresión bíblica "una sola came"— sólo puede ser comprendida y
explicada plenamente recurriendo a los valores de la "persona " y de la
"entrega". Cada hombre y cada mujer se realizan en plenitud mediante
la entrega sincera de sí mismo; y, para los esposos, el momento de la
unión conyugal constituye una experiencia particularísima de ello. Es
entonces cuando el hombre y la mujer, en la "verdad" de su masculinidad y
femineidad, se convierten en entrega recíproca. Toda la vida del
matrimonio es entrega, pero esto se hace singularmente evidente cuando
los esposos, ofreciéndose recíprocamente en el amor, realizan el
encuentro que hace de los dos "una sola carne".[47]
Viven entonces un momento de especial responsabilidad, incluso por la
potencialidad procreativa vinculada al acto conyugal. En aquel momento,
los esposos pueden convertirse en padre y madre, iniciando el proceso
de una nueva existencia humana que después se desarrollará en el seno de
la mujer. Aunque es la mujer la primera que se da cuenta de que es
madre, el hombre con el cual se ha unido en "una sola came" toma a su
vez conciencia, mediante el testimonio de ella, de haberse convertido
en padre. Ambos son responsables de la potencial, y después efectiva,
paternidad y matemidad. El hombre debe reconocer y aceptar el resultado
de una decisión que también ha sido suya. No puede ampararse en
expresiones como: "no sé", "no quería", "lo has querido tú". La unión
conyugal conlleva en cualquier caso la responsabilidad del hombre y la
mujer, responsabilidad potencial que llega a ser efectiva cuando las
circunstancias lo imponen.[48]
49. ¿Qué ha dicho expresamente Juan Pablo II sobre la Humanae Vitae?
En repetidas ocasiones y con distintas palabras Juan Pablo II ha
subrayado el carácter de certeza, validez, aceptación plena y
permanencia de la doctrina contenida en la Humanae Vitae:
"Una enseñanza que para la Iglesia es cierta",[49] "no se puede dudar
de la validez de las normas morales allí expuestas";[50] contiene "una
verdad que no puede ser discutida";[51] y que tampoco podrá cambiar en
el futuro, pues "se trata, efectivamente, de una enseñanza que pertenece
al patrimonio permanente de la doctrina moral de la Iglesia".[52]
50. ¿Qué ha dicho el Papa a los sacerdotes acerca de la transmisión de esta doctrina a los demás fieles de la Iglesia?
Juan Pablo II decía a los sacerdotes asistentes a la Audiencia
especial del 1-III-84: "Sabéis bien que a menudo la fidelidad de parte
de los sacerdotes -digamos, mejor, de la Iglesia- a esta verdad y a las
normas morales consiguientes, quiero decir, las enseñadas por la Humanae
Vitae y por la Familiaris Consortio, tiene que ser con frecuencia
pagada a un alto precio. Con frecuencia es uno ridiculizado, acusado de
incomprensión y de dureza, y aún de otras cosas. Es la suerte de un
testigo de la verdad, como bien sabemos (…). Con sencillez y humilde
firmeza sed fieles al Magisterio de la Iglesia en un punto de tan
decisiva importancia para el destino del hombre". Estas palabras
recuerdan aquellas otras de Pablo VI: "Amados hijos sacerdotes (…)
vuestra primera incumbencia (…) es exponer sin ambigüedades la doctrina
de la Iglesia sobre el matrimonio (…). No menoscabar en nada la
saludable doctrina de Cristo es una forma de caridad eminente hacia las
almas".[53]
51. ¿En qué forma puede la castidad ser compatible con el afecto humano, el sexo y el amor en la vida marital?
Dios instituyó el matrimonio y estableció reglas para la castidad en
el matrimonio. La decisión de seguir su ley será la mejor forma de ser
felices en la vida de casados. Pero ¿cómo puede la castidad ser
compatible con el cariño y el sexo en la vida matrimonial?
Se puede contestar a esta pregunta con algunas palabras del Beato
Josemaría Escrivá: Con respecto a la castidad en la vida matrimonial,
puedo asegurarles a todas las parejas casadas que no es necesario tener
miedo al cariño de uno hacia el otro. Por el contrario, esta inclinación
está en la raíz de la vida familiar. Lo que Nuestro Señor espera de
ellos es que se respeten uno al otro y que sean leales entre sí; que
actúen con refinamiento, naturalidad y modestia. También les digo que la
dignidad de sus relaciones conyugales es el resultado del amor que se
expresa en ellos. Y habrá amor si esas relaciones están abiertas para
fructificar, para traer hijos al mundo.[54]
El Catecismo de la Iglesia Católica enfatiza que la sexualidad está
dirigida al amor conyugal de hombre y mujer. En el matrimonio la
intimidad corporal de la pareja se convierte en una promesa de comunión
espiritual.[55]
El marido dé el débito conyugal a la mujer; y lo mismo la mujer al
marido. La mujer no es dueña de su propio cuerpo, sino el marido; del
mismo modo, el marido no es dueño de su propio cuerpo, sino la
mujer.[56]
52. ¿A quién debemos acudir para obtener el consejo adecuado?
Siempre necesitamos buscar a la persona adecuada para obtener el
mejor consejo: No olviden los esposos, al oír consejos y recomendaciones
en esta materia, que de lo que se trata es de conocer lo que Dios
quiere. Cuando hay sinceridad, rectitud y un mínimo de formación
cristiana, la conciencia sabe descubrir la voluntad de Dios en esto como
en todo lo demás. Porque puede suceder que se esté buscando un consejo
que favorezca el propio egoísmo, que acalle precisamente con su presunta
autoridad el clamor de la propia alma; e incluso que se vaya cambiando
de consejero hasta encontrar el más benévolo. Entre otras cosas, ésa es
una actitud fariseica, indigna de un hijo de Dios.[57]
53. ¿Es todavía una bendición tener una familia numerosa? ¿Son los hijos una fuente de alegría?
Los hijos son el regalo supremo del matrimonio.[58] Las Sagradas
Escrituras y la práctica tradicional de la Iglesia han considerado a las
familias numerosas como un signo de bendición de Dios y de la
generosidad de los padres.[59]
Los hijos son siempre una fuente de alegría cuando nacen del amor:
Cada nuevo hijo es una nueva revelación del amor de Dios y de la
fidelidad de los esposos.[60] Cada hijo es además una prueba de nuestro
respeto por el misterio de la vida, sobre el cual, desde el momento de
la concepción, el Creador pone la huella de su imagen y semejanza. Esta
paternidad une lo humano con lo divino y conduce a los esposos a una
entrega mutua y libre.[61]
54. ¿Tiene Dios un plan definido para cada pareja? ¿Cuál es
su responsabilidad ante Dios? ¿Qué sucede con las parejas que no pueden
tener hijos?
Dios tiene un plan para cada pareja, el cual incluye el número de
hijos que ellos deben ofrecerle a través del matrimonio. El no impone su
voluntad sobre nosotros, pero quiere que la pareja libre y
responsablemente diga si a su plan.
!Responsabilidad para el amor y para la vida! Esta expresión nos
recuerda la grandeza de la vocación de los esposos, llamados a ser
colaboradores libres y concientes de Dios, quien es amor, quien crea a
través del amor y nos llama al amor. Por medio de este sentido de
responsabilidad por el amor y por la vida, Dios Creador invita a los
esposos a no ser operadores pasivos, sino más bien colaboradores o casi
intérpretes de su plan.[62]
Un hijo es un regalo. El regalo más precioso del matrimonio es una
persona humana. Pero algunas parejas no pueden engendrar hijos. La
esterilidad física no es mala. Las parejas que sufren de infertilidad,
después de agotar el potencial legítimo de la medicina, deben unirse con
la cruz del Señor, la fuente de todo fruto espiritual. Deben mostrar su
generosidad adoptando niños abandonados o porporcionando el servicio
necesasrio a otros. Su matrimonio puede, sin embargo, tener un
significado pleno, tanto en términos humanos como cristianos. Su
matrimonio puede irradiar muchos frutos del amor, de la aceptación y del
sacrificio.[63]
[1] Cf. C.C.C. 1645 y F.C. 19.
[2] Cf. C.C.C. 1644 y F. C. 19
[3] Cf. C.C.C. 2364
[4] Cf. Mateo 19,8
[5] Cf. C.C.C. 1614
[6] Cf. C.C.C. 1647
[7] Cf. C.I.C. 1055.1
[8] Cf. C.C.C. 1643
[9] Cf. Carman Fallace. Evaluating Marriage and Family Information. (Lake Grove,, NY: Little Glower Publications, 1993), p. 7
[10] Cf. C.C.C. 2362 y G. S. 49 y C & J. Fallace. Sexual
Affection in Marriage. Lake Grove, N.Y.: Family Life Promotion, 1950
[11] G.S. 49 y Pío XII, Discourse, Octubre 29, 1951 y Juasn Pablo II , Address en Noviembre 26, 1993
[12] Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa, Editora de Revistas, México, 1992) n. 25
[13] John Haas. Contraception, A Personal Odyssey n. 180. (Princeton, NJ: Scepter Publishers, Inc. 1982).
[14] Cf. C.C.C. 2366 y HV 11-12
[15] Para este apartado hemos tomado parte del estupendo trabajo de
Francisco Ugarte Corcuera, Matrimonio y Procreación, Minos, México 1992
[16] HV 10
[17] Cardenal Ugo Poletti, Avenire, marzo 18, 1988
[18] Ibid
[19] Cf. C.C.C. 2376 y H.V. 10
[20] Cf. C.C.C. 2368 y G.S. 51
[21] Juan Pablo II, The Splendor of the Truth, n. 58, 1993
[22] O.C.J. 83
[23] Cf. Juan Pablo II, Address de noviembre 26, 1993 y Paulo VI, H.V. 16
[24] Cf. Paulo VI y H.V. 16
[25] Cf. Juan Pablo II, Address de Diciembre 14, 1990 y Committee Pro-life Activities, N.C.C.B., Julio 25, 1993
[26] Cf. C.C.C. 2370, F.C. 32 y H.V. 14
[27] AAS43, 1951, p. 846 y ASS 50, 1958, p. 736
[28] HV 10 y 16
[29] Alocución, 5-IX-1984
[30] HV 10
[31] Cf. C.C.C. 2367
[32] Juan Pablo II. Address al Congress on Responsible Procreation. Noviembre 17, 1983
[33] Ibid
[34] Cf. Ibid
[35] F.C. 32
[36] Cf. Ibid
[37] Cf. Juan Pablo II, Address de Noviembre 13, 1988
[38] Cf. C.C.C. 2270 y G.S. 51
[39] Juan Pablo II, Discurso, 14-III-88
[40] GS 50
[41] HV 16
[42] Cf. HV 12 y FC 32
[43] FC 33
[44] Juan Pablo II, Discurso, 5-VI-87
[45] C.A.F. 12
[46] GS 24
[47] Génesis 2, 24
[48] C.A.F. 12
[49] Juan Pablo II, Discurso, 14-III-88
[50] Juan Pablo II, Discurso, 23-VIII-87
[51] Juan Pablo II, Discurso, 14-III-88
[52] Juan Pablo II, Discurso, ibid.
[53] HV 28-29
[54] Josemaría Escrivá. Conversaciones, (Editora de Revistas, México, 1992) n. 93
[55] Cf. C.C.C. 2360
[56] 1 Corintios 7, 3-4
[57] Josemaría Escrivá. Conversaciones, México, 1992, n. 93
[58] Cf. C.C.C. 2360
[59] Cf. C.C.C. 1652
[60] Juan Pablo II, Dirigida a los obispos de Estados Unidos, octubre 24, 1988
[61] Ibid
[62] Juan Pablo II, Address de diciembre 14, 1990
[63] Cf. C.C.C. 1654, 2378, 2379 y G.S. 50
Abreviaciones:
C.A.F
Carta a las familias, Ediciones Paulinas, México 1994
C.C.C
Catecismo de la Iglesia Católica, Ronma, Librería Editrice Vaticana, 1992. .
C.I.C
Codex Iuris Canonici (Código de Derecho Canónico) Ediciones Paulinas, México, 1983
D.E.
Directorio para el Ecumenismo, National Conference of Catholic Bishops (N.C.C.B)
(Conferencia Episcopal de los Estados Unidos), Origins vol 23, no. 9, julio 29, 1993
F.C.
Familiaris Consortio: El papel de la Familia en el Mundo Moderno. Juan Pablo II, Roma, Librería Editrice Vaticana, 1981
S.C.A.
Siga el Camino del Amor: Mensaje Pastoral para las Familias, N.C.C.B., Origins vol no. 25, 1993
G.S.
Gaudium et Spes, Concilio Vaticano II, 1985
G.E.
Gravissimum educationis, Concilio Vasticano II, 1965
H.V.
Humanae Vitae. Paulo VI. Librería Editrice Vaticana, 1968
L.G.
Lumen Gentium, Concilio Vaticano II, 1964
M.D.
Mulieris Dignitalis. Juan Pablo II. Roma, Librería Editrice Vaticana, 1988
N.C.C.B.
National Conference of Catholic Bishops of the United States (Conferencia Episcopal de los Obispos Católicos de Estados Unidos.
O.C.J.
One in Christ Jesus (Uno en Cristo Jesús): Toward a Pastoral Response
to the Concerns of Women for Church and Society, por la N.C.C.B., Ad
Hoc Committee for a Pastoral Response to Women"s Concerns, Origins vol
22; no. 29, 1993.
S.C.
Sacrosantum Concilium, Concilio Vaticano II, 1963
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