1. La costosa noticia de la resurrección. 2. Este es el día en que actuó el Señor. 3. La fe es tener un trato real y personal con Jesucristo.
1. A los apóstoles les costó creer que el maestro había resucitado. Lo vemos en el evangelio de hoy: lo primero que piensan es que han robado el cuerpo del sepulcro. La resurrección no entraba en sus esquemas. Para ellos toda resurrección era más bien un acontecimiento espiritual, al final de los tiempos... No entendían nada cuando Jesús les decía que al tercer día resucitaría. Era casi imposible que lo comprendieran.
Nosotros lo hemos escuchado muchas veces y hasta puede parecernos normal que aquella mañana de domingo la tumba estuviera vacía y Cristo hubiera resucitado pero... ¿nos lo creemos de verdad?
Imagínate que esta mañana vas a comprar el periódico, y te llama la atención ver que la primera página de todos los diarios sorprende con una única noticia; es la misma portada en toda la prensa. Resulta que unos investigadores suizos han descubierto el cuerpo de Jesús, que estaba escondido en un remoto lugar de Siria, y después de años de investigación han dado con él. Afirman que no hay margen de error: es el cuerpo de Jesús.
¿Qué pensarías? ¿En qué quedaría tu fe? ¿Seguirías creyendo igual? Porque, es bueno advertirlo, si te da igual que Cristo haya resucitado o no, entonces sigues a un maestro, a un doctor, a un sabio... pero no a Jesucristo.
2. Muchas cosas hizo el Verbo de Dios cuando pasó aquellos treinta y tres años entre los hombres. Nos hemos admirado –¡tantas veces!– viendo sus curaciones cuando caminaba por Galilea o enseñaba en las Sinagogas: endemoniados, paralíticos, ciegos, cojos, sordos... reconocieron en su vida la acción misericordiosa del Salvador. También incluso algunos muertos, como el hijo de la viuda de Naín o su propio amigo Lázaro. Jesucristo caminaba por en medio de su gente como el médico de la vida que repartía su ciencia a cuantos se encontraban aquejados por la enfermedad.
Nos enamoran, además, sus enseñanzas: es Jesús, que habla profundo, que comprende siempre, que reprocha a veces. Palabras verdaderas, palabras sencillas, ejemplos comprensibles: un caudal inagotable de doctrina para que los hombres tengan vida.
Aún es más llamativa, si cabe, su divina capacidad de hacerse cargo de nuestras cosas. Entonces descubrimos a Jesús que se admira por la fe del centurión expresadas en palabras henchidas de abandonado amor: «Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano». Vimos a Jesús compadecerse de aquella mujer, enferma de años, que se había gastado su fortuna en médicos para no encontrar solución... ¡Qué amable el rostro verdaderamente humano de Jesús!
«Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo», rezamos hoy con el Salmo. Hoy, resucitando, actuó el Señor. En aquellas obras, en aquella enseñanza, Cristo enseñaba algo de sí mismo. Hoy nos lo muestra todo y se revela absolutamente; porque hoy, resucitado, llegamos al convencimiento de quién es Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
3. Jesucristo vive. Esa fue la conciencia de los primeros cristianos y esta es la verdad; esta es la persuasión de la Iglesia de todos los tiempos: Jesucristo vive para siempre, siendo el acontecimiento más real de la historia. Su cuerpo no estaba en el sepulcro aquel domingo y no se encontrará jamás en tumba alguna. Nunca. Si alguien dijera lo contrario, miente.
Resucitó en cuerpo glorioso y nos acompaña con la mirada puesta en cada uno de nosotros en todo momento. Ahora. Sí. Vive.
Si alguien quiso hacer del cristianismo sencillamente un conjunto de normas o una especie de formulario de buena conducta... se equivocó. La fe es creer que puedo tener un trato personal y real con Jesucristo, aquí y ahora, hoy; que mi amistad con Él puede ser más fuerte que con cualquiera de mis amigos; que mi amor a Cristo está llamado a ser mayor que cualquier amor de la tierra.
«¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rm 8, 35-39). El día en que puedas repetir en primera persona estas encendidas palabras de san Pablo, ese día podrás afirmar que Cristo vive realmente para ti.
EVANGELIO
San Lucas 24, 1-12
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: —«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar”». Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los Once y a los demás. María Magdalena, Juana y María, la de Santiago, y sus compañeras contaban esto a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. Pedro se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, vio solo las vendas por el suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido.
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